Entre Noviciado y Plaza de España y a solo quince minutos andando desde la Calle Fuencarral, nos encontramos con uno de los lugares malditos de la capital: hablamos de la Calle Antonio Grilo.
Aunque antiguamente la calle se llamaba “Calle Beatas", el nombre fue cambiado en junio del año 1899 por el del literato, Antonio Grilo. Con relación al anterior nombre, actualmente solo queda la “Travesía Beatas" en recuerdo de estas monjas que habitaban en el convento de Santa Catalina de Sena, en el Siglo XVI.
Concretamente el número 3 de esa calle es uno de esos lugares marcados por la tragedia, por el crimen y que ha pasado a la crónica de Madrid, como la “casa maldita". No obstante, según los vecinos y algunas crónicas, toda la calle está maldita. Posiblemente, si hiciéramos una estadística de casos negativos y casos positivos ocurridos en esta calle, estos últimos tomarían ventaja, pero los hechos luctuosos se recuerdan más y quedan grabados a fuego en nuestro cerebro.
Los primeros casos
Desde 1909 se tiene noticias de hechos dolorosos en la Calle Antonio Grilo: varios vecinos se quitaron la vida tirándose al vacío, otros sufrieron accidentes perdiendo la vida, atropellos, ramas de árboles golpeando mortalmente por causa de un temporal y derrumbamientos como el de la Calle Grilo Nº 14 que dejó sin hogar a siete familias. Abundantes sucesos de esta índole, dieron lugar a que la gente comenzara a pensar que la calle estaba maldita o era víctima de algún conjuro maléfico.
Primer crimen pasional
Según algunas crónicas negras, uno de los primeros casos del que se tiene constancia en la prensa, fue el ocurrido el 2 de marzo de 1915, según informaba ABC, cuando una pareja que iba caminando por la Calle San Bernardo, al llegar a la Calle de Antonio Grilo fue atacada, resultando degollado Ángel Castellanos.
Claramente, este fue un crimen pasional, puesto que Ángel Castellanos, había comenzado dos meses antes una relación con Emilia Navas de veinticuatro años de edad. Emilia, anteriormente había roto su compromiso con Daniel Yagüe, un joven de veintisiete años dado a la bebida y con un fuerte carácter, motivos por los que Emilia decidió abandonarle. Esa noche, Daniel se les acercó en varias ocasiones, beodo y fanfarrón, insistiéndoles en que bebieran con él.
La pareja declinó la invitación, posponiéndola para otro día dado el grado de embriaguez que llevaba Daniel. Pero este, no se conformó con eso, sacó un cuchillo del bolsillo y degolló sin contemplaciones al pobre Ángel.
En el año 1932, unos cocineros que trabajaban en el Café San Bernardo comenzaron a discutir; salieron a la calle, y entre las confluencias de la Calle San Bernardo con Antonio Grilo, justo en el mismo lugar donde fue asesinado Ángel Castellanos 17 años antes, comenzaron a pelear. Uno de ellos, comenzó golpeando con una botella de vino en la cabeza, y el otro reaccionó sacando un cuchillo de grande dimensiones de su mandil clavándoselo en el estómago y atravesándolo por completo.
El 1 de Mayo 1933, una persona falleció en Madrid y otras tantas sufrieron heridas de diversa consideración, a causa de un temporal de fuerte viento y lluvia. Da la fatalidad, que la víctima, Doña Petra Pérez de setenta años de edad, vivía en la Calle Antonio Grilo.
No dejando de ser una casualidad, ese mismo día, Virgilio Gutiérrez sufrió heridas de diversa gravedad en la cabeza y el pecho en otra zona de Madrid. Virgilio también vivía en la Calle Antonio Grilo número 14, finca que, un año antes, había sufrido un derrumbe.
Calle de Antonio Grilo Nº 3
El 9 de Noviembre de 1945, los diarios dieron la noticia del hallazgo de un cadáver en la primera planta del número 3 de la Calle Antonio Grilo. Los vecinos alertaron por el hedor que desprendía el piso y fue encontrado, en un estado avanzado de descomposición, Felipe de la Braña Marcos, de 48 años de edad.
Apareció muerto con una herida incisa contusa en la cabeza, y hallado con un mechón de pelo en la mano derecha. Según los forenses que llevaron el caso, el asesinato se produjo posiblemente el día 3 o 4 de noviembre y el arma homicida fue un martillo con toda seguridad.
El 1 de Mayo de 1962 a las ocho menos veinte de la mañana, se recibió una llamada en la central del 091 de la Dirección General de Seguridad: un hombre que parecía estar enajenado, les informaba que había matado a toda su familia con un martillo, un cuchillo y una pistola.
El hombre se negaba a decir desde donde llamaba, pero los policías consiguieron averiguar los apellidos del hombre, que luego usaron para buscarlos en las guías de teléfono. Finalmente encontraron dos hombres con los mismos apellidos: uno en la Calle Luna y otro en la Calle Antonio Grilo.
Enviaron dos coches patrullas a sendas direcciones y al llegar a la Calle Antonio Grilo, la patrulla vio a un hombre gritando en el tercer piso. Con ayuda de la portera, llegaron al piso y le invitaron a abrir la puerta; en el interior de la vivienda solo se escuchaba a José María Ruíz Martínez, pero ni un solo murmullo de la familia. Las fuerzas de orden público insistieron, pero José se negó y les dijo que solo abriría la puerta a un padre carmelita y que toda su familia descansaba felizmente.
Se buscó al carmelita, el padre Celestino, en el Templo de Santa Teresa de la Plaza de España y este intentó calmarle, pero el hombre, cada vez más enajenado, comenzó a enseñar por la ventana el cadáver de tres de sus hijos, ensangrentados y mutilados.
Fue en ese momento, cuando la policía intentó forzar la puerta de la vivienda para acceder a ella, pero instantes antes de conseguirlo, se escuchó una detonación en el interior del piso. La imagen que encontraron fue espeluznante, los cuerpos sin vida y mutilados de sus hijos, el de su esposa y el suyo propio, con un tiro en la cabeza, yacían en distintas partes de la vivienda..
Aquí, sin embargo, no terminan los sucesos escalofriantes de este número maldito de la Calle Antonio Grilo. Casi al año siguiente de haber ocurrido este estremecedor caso, en abril de 1964, Pilar Agustín Jimeno, estranguló a su bebé nada más nacer y, para ocultar su crimen, le envolvió en una toalla y lo escondió en un cajón.
En unas obras de remodelación se halló el cuerpo sin vida, y para continuar con la maldición, al modernizar el edificio instalando un ascensor, la empresa encargada de hacerlo se encontró con numerosos problemas en la realización de su trabajo que originaron una demora excesiva en la finalización de la obra... Maldición, casualidad o simplemente sugestión, pero los hechos, hechos son.