Aunque muchos crean que Francisco de Goya era una persona escéptica respecto a la religión, lo cierto es que se ha demostrado en las últimas décadas que la realidad era bien diferente. Esto se debe en parte al descubrimiento de una serie de pinturas obra de Goya en las que se trataba el tema religioso. De hecho, hay quienes aseguran que seguramente este tipo de pinturas debían ser encargos principalmente de la Iglesia y que eso fue su sustento económico durante un tiempo, algo que era común entre los pintores de la época.
Y es que no es de extrañar que el pintor español tocara un tema tan importante de la época como era la religión, teniendo en cuenta la gran variedad de géneros que tocó a lo largo de su carrera artística.
Aunque ya había realizado alguna pintura de este carácter anteriormente, fue en la década de 1780 cuando su carrera en este ámbito se volvió fructífera y empezó a realizar pinturas para algunas iglesias importantes como "La predicación de San Bernardino" para la basílica de San Francisco el Grande (1781-83) o la "Aparición de la Virgen a San Julián" para la iglesia parroquial de Valdemoro, en 1788. No obstante, no fue hasta la década de los noventa y el inicio del siglo XIX que recibió los encargos más importantes como los frescos para la iglesia de San Antonio de la Florida en Madrid (1798) o la serie de lienzos para el Oratorio de la Santa Cueva de Cádiz (1795).
Además la última obra pública de Goya se produjo en 1819 y fue una pintura de carácter religioso. Concretamente hablamos de La Última Comunión de San José de Calasanz para las Escuelas Pías de Madrid.
Gran parte de estas obras han sido adquiridas por el Museo del Prado durante las últimas décadas con el objetivo de enriquecer en sus salas la representación de la pintura religiosa del artista y que las personas que visiten el museo puedan apreciar la evolución de las pinturas.