El Palacio de Kensington ha puesto fin a todas las dudas sobre la influencia de Kate Middleton. La institución ha reconocido públicamente que la princesa de Gales tiene tanto impacto internacional como la reina Letizia. Para muchos, incluso, Kate supera a la consorte española en repercusión mediática.
Este reconocimiento ha sorprendido en buena parte del continente. Hace solo unas semanas, los medios británicos aseguraban que Letizia era la royal mejor vestida de Europa. La afirmación fue inesperada, ya que venía de un país que siempre ha defendido con orgullo a su monarquía.

Inglaterra llegó a rendirse ante el estilo de Letizia, lo que causó cierto revuelo. Pero ahora el discurso ha cambiado radicalmente y los medios británicos respaldan sin fisuras a Kate Middleton. La admiración por la princesa se ha disparado tras conocer las cifras que genera.
Quienes dudaban del llamado ‘efecto Kate’ ahora tienen datos que no dejan lugar a interpretaciones. La princesa de Gales se ha convertido en una figura crucial para la industria de la moda británica. Todo lo que luce se convierte en tendencia y, en consecuencia, en dinero.
Un reciente estudio estima que Kate aporta mil millones de euros al sector cada año. La cifra refleja cómo su imagen influye directamente en la economía del país. Las marcas que consigue visibilizar experimentan un crecimiento inmediato.
Kate Middleton supera a sus rivales internacionales
La revista británica Vogue ha publicado un extenso artículo que lo explica al detalle. En él se habla de cómo Kate ha revalorizado la moda nacional desde que se presentó como prometida del príncipe Guillermo. Aquel día, con un vestido azul de 385 libras, empezó una revolución.
El diseño que usó para anunciar su compromiso se agotó en solo unas horas. Después, muchas firmas lanzaron réplicas que también tuvieron gran éxito comercial. Así nació lo que Vogue denomina “'a economía Kate'.
No se trata de una exageración ni de una moda pasajera. Desde hace más de una década, el armario de la princesa es un escaparate de alto valor para el Reino Unido. Y no solo para grandes nombres, también para marcas emergentes.

Kate ha conseguido posicionarse como una compradora patriótica y coherente con su papel institucional. En sus actos oficiales luce habitualmente prendas de Alexander McQueen, Jenny Packham o Burberry. Pero también apuesta por firmas más accesibles como Reiss o Whistles.
La repercusión que genera cada prenda que lleva es inmediata. La blusa que lució tras anunciar su compromiso llegó a venderse en cantidades masivas. El diseño incluso fue rebautizado con su nombre en señal de agradecimiento por el impacto.
El fenómeno no se limita a ropa casual o actos públicos. El mejor ejemplo de su poder fue su vestido de novia, creado por Sarah Burton para Alexander McQueen. Aquel diseño blanco, con encaje y cola larga, marcó un antes y un después en la moda nupcial.
El traje se convirtió en icono de estilo global. Fue comparado con el de Grace Kelly y el de Diana de Gales, aunque con una identidad propia. Gracias a ese diseño, la marca McQueen triplicó sus ventas y cerró el año con más de 42 millones de libras en ingresos.
El éxito de Kate Middleton en Europa
Este tipo de impacto no es común entre los royals actuales. Kate ha sabido mantener una imagen elegante y constante a lo largo de los años. No solo crea tendencias, también aporta estabilidad y coherencia a la imagen de la Casa Real.

Mientras Letizia sigue destacando por su estilo sofisticado y arriesgado, Kate prefiere mantenerse fiel a un estilo más conservador. Esa constancia le ha permitido construir una relación sólida con el público británico. Y también con las marcas que la siguen desde el principio.
Aunque algunos medios europeos continúan elogiando a la reina Letizia, el centro del foco parece haberse desplazado. Kensington ha dejado claro que la influencia de la princesa de Gales no es casual ni superficial. Es una estrategia bien medida que genera beneficios reales.
Este respaldo institucional no solo refuerza su figura como futura reina. También la posiciona como un activo cultural y económico para el país. En tiempos de incertidumbre, figuras como la suya aportan cohesión, estilo y retorno económico.
Ahora, con su imagen consolidada, Kate representa mucho más que una royal con buen gusto. Es una marca por sí misma, un motor de consumo y un referente en elegancia. Kensington lo sabe y ya no tiene reparos en reconocerlo públicamente.