La Cumbre de la OTAN celebrada recientemente en La Haya ha dejado un episodio que no ha pasado desapercibido en el mundo entero. Máxima de Holanda, conocida por su elegancia y discreción, protagonizó un gesto inesperado durante un acto oficial. María José Gómez Verdú, experta en protocolo y etiqueta, ha confesado que este momento se percibe “como una falta de respeto” y una llamada de atención para la reina.
El incidente ocurrió durante el posado oficial con Donald Trump, presidente de Estados Unidos y uno de los invitados más destacados en la cumbre. Mientras los reyes holandeses posaban junto a Trump en el Palacio Huis ten Bosch, el presidente estadounidense ignoró el saludo de Máxima dándole la espalda. La reina, sin disimular, imitó sus gestos y expresiones faciales, un comportamiento captado por las cámaras.

Para María José Gómez Verdú, más allá del contenido político o personal, es esencial valorar este hecho desde la óptica del protocolo, que es fundamental para figuras públicas como Máxima. Ella señala que el protocolo no es solo un conjunto de normas rígidas, sino una herramienta diplomática que busca preservar la cortesía institucional. En este sentido, cualquier gesto que se aleje de la formalidad puede afectar la imagen que debe proyectar la monarquía.
Cuando la reina Máxima se equivoca: un gesto que da mucho que hablar
La experta recuerda que los miembros de las casas reales tienen la responsabilidad de representar la unidad y la estabilidad de sus países. Por eso, una burla, aunque sea en tono de broma o espontánea, puede interpretarse como una falta de respeto hacia otro jefe de Estado. María insiste en que la función de la reina es “encarnar la unidad, no la división, incluso en lo simbólico”.
Máxima de Holanda es muy querida por su naturalidad y cercanía, cualidades que han marcado su reinado durante casi 25 años. Sin embargo, esta es una de las pocas ocasiones en las que se la ha visto reaccionar con un gesto tan visible y polémico en un acto oficial. Según Gómez Verdú, la reina debería haber sido consciente de que en eventos de este nivel, cada detalle es observado y valorado con lupa.
Máxima de Holanda: naturalidad que desafía las reglas
Además, la especialista subraya que la discreción es sinónimo de elegancia y un signo de madurez institucional en figuras públicas. Saber contenerse no significa censurar el humor, sino entender que en ciertos cargos, “cada gesto comunica más de lo que parece” y puede afectar la percepción pública. En este caso, el gesto de la reina ha generado un debate sobre la importancia del decoro en la realeza.
Por último, concluye que, aunque este episodio no tiene consecuencias políticas graves, sí resulta desafortunado desde el punto de vista del protocolo. Recuerda que el verdadero poder de una figura como Máxima reside en la capacidad de elegir cuándo hablar y cuándo guardar silencio. Este momento nos deja una lección clara: en la diplomacia y la monarquía, el respeto y la prudencia deben primar siempre.