El príncipe Alberto de Mónaco ha vuelto a llamar la atención internacional con una declaración poco habitual. En un encuentro celebrado en Nueva York, su intervención destacó por la fuerza de sus palabras. La presencia del soberano coincidió con la Asamblea General de la ONU y la Semana del Clima.
El dirigente monegasco participó en un acto centrado en la protección de los océanos. Allí compartió escenario con científicos y especialistas que trabajan en conservación marina. Sus palabras despertaron un debate que ha cruzado fronteras y alcanzado a líderes de todo el mundo.

Un escenario global para hablar
El príncipe Alberto intervino en un evento organizado por The Wall Street Journal. La cita tuvo lugar en el Rockefeller Plaza, con asistentes de alto perfil político y académico. El tema central fue la urgencia de proteger los mares de la sobreexplotación y el cambio climático.
El soberano compartió mesa con Enric Sala, explorador de National Geographic y reconocido ecólogo marino. Ambos plantearon los desafíos que afrontan los ecosistemas marinos en la actualidad. Entre ellos destacan la sobrepesca, la contaminación y la necesidad de alcanzar el objetivo del 30x30.
El debate abordó la práctica de la pesca de arrastre, considerada una de las más dañinas para los fondos marinos. El propio príncipe calificó esta técnica de “increíble” y sostuvo que debería castigarse con severidad. Sus palabras sorprendieron por la contundencia y generaron titulares en numerosos países.
Un mensaje urgente que no deja lugar a dudas
El discurso del príncipe Alberto de Mónaco incluyó una advertencia clara sobre los efectos de la pesca de arrastre. Recordó que esta práctica arrasa con todo lo que encuentra a su paso y destruye hábitats de manera irreversible. Destacó que no es una novedad, sino un problema documentado desde hace siglos.
En este contexto, el soberano sorprendió a los asistentes con un gesto poco habitual. Tal y como adelantaron fuentes de su entorno, el príncipe Alberto decidió trasladar un mensaje urgente tras contar con el respaldo de la Casa Real. La noticia, recibida con expectación, confirma la firmeza de su postura medioambiental.
Ese movimiento se interpretó como un aviso a la comunidad internacional. Alberto pidió a los líderes que asuman compromisos reales y no simples promesas. Su decisión refuerza el papel de Mónaco como actor influyente en la defensa de los océanos.

El legado familiar y la enseñanza a sus hijos
El príncipe recordó que su pasión por los océanos no es casual. Hizo referencia a su antepasado, Alberto I, pionero de la oceanografía y fundador del museo oceanográfico de Mónaco. Según explicó, de él heredó la visión científica y el compromiso con el estudio del mar.
El soberano reveló que transmite esa inquietud a sus hijos, los príncipes Jacques y Gabriella. A sus diez años, los mellizos ya han practicado natación y buceo, siguiendo los pasos de su madre, la princesa Charlene. La familia entera mantiene un estrecho vínculo con el mar como parte de su vida cotidiana.
Para Alberto, la educación ambiental de las nuevas generaciones es fundamental. Sostuvo que no basta con declaraciones en foros internacionales, sino con hábitos diarios que transmitan respeto a la naturaleza. “Ellos saben que el mar es nuestra herencia y también nuestra responsabilidad”, comentó con orgullo.

