En este artículo presentaré la historia sobre las propiedades mágicas de un lugar que quizás mucha gente no conozca. Concretamente, ese lugar es la Fuente del Berro, el cual está situado en el Bario de Salamanca, en Madrid.
Historia del lugar
En diciembre de 1630, Felipe IV compró por 32.000 ducados una finca que contenía una casa con jardines, huertas y frondosas zonas con distintas especies arbóreas. El agua de la Fuente del Berro ya tenía fama de curativa y beneficiosa por los granjeros y agricultores de la zona, que iban con los mulos y recogían el agua, pero aquella fama, era como un pequeño secreto entre los habitantes de Canillas, Vicálvaro y posiblemente Barajas, que entonces eran pueblos aledaños.
En el momento que la realeza compró las tierras y acotaron la zona, las leyendas del agua recorrieron La Villa. Se decía que estas aguas eran afrodisíacas y beneficiosas para múltiples males. Desde Felipe IV, hasta bien entrado el siglo XIX, estas aguas eran consideradas “mágico-beneficiosas”.
En el año 1640 cedieron la finca a los monjes benedictinos, expulsados de Montserrat por oponerse al levantamiento contra el rey. La Casa Real se reservó el derecho de utilización de las aguas, siendo estas transportadas en burros y mulas, desde la Quinta de Miraflores (Fuente del Berro) a los distintos palacios donde se alojaba la realeza, incluidos el Palacio de Aranjuez y El Monasterio del Escorial.
Las aguas del milagro
En las épocas de Carlos II estas aguas eran utilizadas para dárselas al consorte y así ver si era posible que diera la descendencia deseada. También se decía que estas aguas tenían propiedades afrodisiacas por lo que tanto el rey como su esposa empezaron a beberla con asiduidad.
Después de beber muchos litros, no surtió el efecto deseado, ya que el rey era estéril. Carlos II el Hechizado, murió sin descendencia, comenzando la “Guerra de Sucesión” entre Austrias y Borbones, siendo estos últimos los vencedores y dando el reinado a Felipe de Anyou (Felipe V).
En 1703 fue adquirida por una Costarricense muy avanzada para la época, Doña María Trimiño Vázquez de Coronado, quien modernizó las conducciones de agua y de riego. Años más tarde legó la finca a la Obra Pía de los Padres Mercedarios Calzados y de nuevo la corona se reservó el derecho sobre sus aguas y el mantenimiento de la fuente. El agua de la Fuente del Berro fue considerada por la familia real española, desde Mariana de Austria, como una de las mejores aguas de Madrid.
Protección de la zona
Ya en épocas de Carlos III, el agua era muy conocida por todos los madrileños y sabían de sus propiedades. Aprovechándose de algunos disturbios y de la poca vigilancia, entraban a llenar sus vasijas y frascas para obtener sus beneficios en la salud y en el amor, así como para vendérsela a las brujas de la “Cuesta de la Vega” quienes la utilizaban en sus demandados filtros de amor y de fertilidad.
Al enterarse la realeza y nobles de estos hechos, tuvieron varias reuniones, y llegaron a la conclusión que debían ser vigiladas al ser un bien real y un agua que se vendía a muy buen precio. Las autoridades erigieron una caseta de vigilancia en la fuente, siendo adjudicada la tarea a la propia guardia real.
Cambios de propietario
A principios del siglo XIX y casi hasta finales de siglo, fue adquirida por distintos propietarios hasta que en 1900 se abrió la finca al público, con el nombre de Los Nuevos Campos Elíseos. Era un auténtico parque de atracciones, que contaba con una montaña rusa, una torre mirador, tiovivo, velódromo, sala de tiro al blanco, una ría con estanque y cascada, invernaderos y un restaurante de lujo que ocupó el antiguo palacete.
La zona se convirtió en un lugar de recreo donde los madrileños podían disfrutar de este entorno y degustar sus aguas en pareja, con la esperanza de una relación fructífera.
El Jardín fue regentado en los años posteriores por varios dueños, hasta que el 4 de Enero 1941 fue declarado Jardín Histórico y Artístico. Ya en 1948 fue adquirido por el Ayuntamiento de Madrid. A partir de ese momento, comienzan las obras de acondicionamiento del jardín y la restauración del palacete, remodelado para que albergara el Instituto y Museo Arqueológico Municipal, abriéndose al público en 1954.
En ese tiempo su superficie era de 79 000 metros cuadrados, reduciéndose a las actuales 7,4 hectáreas por el trazado de la M30 en la década de 1970. Actualmente el palacete es un Centro Cultural visitable, donde se pueden ver distintas exposiciones y realizar todo tipo de actividades. Entre su fauna, se pueden observar pavos reales, patos, ocas, ardillas, y en los últimos años, mirlos africanos, cotorras y multitud de urracas y gorriones.