Hablando con un amigo cura que tengo, sobre los temas que nos conciernen, aparte de llevarme alguna regañina diciéndome que este tipo de investigaciones son peligrosas, que el diablo esta siempre está al acecho, también me reconoció que en realidad estos temas le interesan mucho.
Una de mis preguntas cada vez que tengo la oportunidad de hablar con un teólogo, es que opina de las posesiones. Entre muchos de los ejemplos que me puso sobre ello, me puso uno que me llamo mucho la atención. Fue un suceso acontecido en el Monasterio de la Encarnación (Convento de San Plácido) del cual ya había oído hablar en alguna publicación, pero que no conocía en profundidad.
Lo primero que hice fue ir hacia la zona donde se encuentra actualmente este convento, para realizar algunas fotografías del mismo. También busqué toda la información posible sobre este lugar, llevándome más de una sorpresa, ya que encontré más de una historia curiosa, en la que estaba relacionado el propio Rey Felipe IV o el Cristo de Velázquez entre otros.
El Convento de San Plácido fue fundado en 1623. Sus fundadores fueron Doña Teresa Valle de la Cerda y Alvarado, y su prometido en aquellos momentos, Don Jerónimo de Villanueva, un noble y asesor de la Corte. Por ciertas circunstancias, Doña Teresa Valle se dedicó plenamente a la vida religiosa y por votación de todas las hermanas del convento, Doña Teresa fue nombrada priora.
En el año 1628, por la zona de las Calles San Roque y de la Madera, se empezaban a escuchar relatos estremecedores. Algunas hermanas comenzaban a comportarse de manera extraña, algunos vecinos decían que habían visto como se contorsionaban en el suelo, como decían insultos y blasfemias, los ojos se les volvían, se escuchaban gritos desgarradores, poco a poco el rumor se extendió por toda la Corte.
Por esas fechas, un apuesto párroco llamado Don Francisco García Calderón, iba por el convento a confesar a las hermanas. Poco a poco iban cayendo otras hermanas en ese extraño trance diabólico, en esa locura infernal, pero la gota que colmo el vaso, fue que Doña Teresa Valle de la Cerda también cayó y con ella fueron 25 las “endemoniadas”.
En los mentideros de la Corte no se hablaba de otra cosa. Algunos lo achacaban a las continuas visitas de algunos nobles, nombres conocidos, como el propio Conde Duque de Olivares, el propio Rey Felipe IV y hasta el dueño de los terrenos y fundador del convento, Don Jerónimo de Villanueva. Este último tenía una vivienda en la Calle de la Madera, con los muros pegados al convento, en el que hacía reuniones y juergas con los otros dos nobles, las malas lenguas decían que comunicaba directamente con los claustros de las hermanas.
Finalmente la inquisición por fin hizo su aparición, comenzaron con una exhaustiva investigación y con los interrogatorios, de todas las personas que tenían relación con el convento, excepto por supuesto los nobles varones nombrados anteriormente.
Los interrogatorios de la Santa Inquisición comenzaron con las endemoniadas, lo primero que hicieron fue observarlas. A Doña Teresa le hicieron un interrogatorio bastante largo, y comenzaron a obtener sus primeros frutos. También mandaron a interrogar a Don Francisco García Calderón, el confesor del convento. Una vez finalizados los interrogatorios, se llegó a la conclusión que los causantes de estas desgracias habían sido Don Francisco García Calderón y Doña Teresa del Valle.
Por lo que se ve pertenecían a la secta de los alumbrados, con unas creencias un poco libertinas. Él fue recluido de por vida en un convento y ella pasó cuatro años recluida en un convento de Toledo.
El reloj de las campanas fúnebres
Las hermanas poco a poco comenzaron a volver a la normalidad, pero no se salvaban de los ojos maliciosos, del Rey Pasmado, el Conde Duque y el Duque de Villanueva. En esta ocasión los mentideros de la corte y sobre todo los nobles pervertidos, solo hablaban de la nueva monjita que había entrado en el convento de San Plácido, Doña Margarita de la Cruz, una joven novicia, con rubios cabellos y cara de ángel. En cuanto Don Felipe se enteró de esta noticia, se infiltró en el convento disfrazado para que no le conocieran, y comenzó a tener una discreta amistad con esta hermana.
Este no podía parar de pensar en ella y en la noche en que se iba a cometer el ultraje. Las hermanas planearon una macabra treta, Doña Margarita fue disfrazada de cadáver, le pusieron unos cirios alrededor y la amortajaron como solo las hermanas sabían hacer. Cuando apareció Don Felipe en la habitación, palideció al ver la dantesca imagen. Las hermanas arrodilladas alrededor del féretro, rezando y ella con bello rostro palidecido. Este huyó del cuarto como alma que lleva el diablo.
A los pocos meses se enteró del engaño y envió a quienes le habían engañado un reloj que emitía unas campanadas. Todas las noches a todas horas, sonaba este toque. Cuenta la leyenda que este reloj dejó de sonar misteriosamente cuando Doña Margarita pereció de verdad.
Algunas conclusiones
Las hermanas mencionadas en este artículo pertenecían a la Orden de San Benito, esta orden se caracterizaba por las duras y austeras normas. El trabajo para esta orden lo era todo, las novicias en muchas ocasiones no tenían más de 12 años y las monjas más jóvenes 16. Las condiciones del duro trabajo, largos tiempos de ayuno y rezos continuados durante muchísimas horas, sin hablar con nadie y sin beber, hacían que muchas de estas niñas cayeran en locura temporal y en tremendas depresiones, por lo duro del cambio de su vida cotidiana.
Respecto a la historia del confesor, este era apuesto y joven. La Santa Inquisición dictaminó que muchas de estas monjas incluso Doña Teresa, fueron engañadas por este párroco el cual pertenecía a una secta de libertinos. Pero en realidad ¿Estuvo el Diablo en estas acciones o solo el deseo y el vicio? En mi opinión, creo que todos estos sucesos hicieron que muchas cayeran en la locura al ser ultrajadas continuamente por nobles y hasta por su propio confesor.