Durante décadas, la jubilación ha sido una etapa esperada, respaldada por un sistema que ofrecía cierta garantía económica tras años de trabajo. Sin embargo, las señales de agotamiento de ese modelo empiezan a hacerse más visibles, y algunos expertos lo expresan sin rodeos.
El economista Santiago Niño Becerra, conocido por sus análisis directos y sin filtros, ha vuelto a poner el foco sobre la sostenibilidad del sistema público de pensiones. En una reciente entrevista concedida al medio Noticias Trabajo, lanzó un mensaje que no deja espacio para interpretaciones suaves. Sus palabras dibujan un escenario que contrasta con el optimismo político habitual.

Becerra considera que el sistema de pensiones no es capaz de responder a la nueva realidad social, económica y tecnológica. “Ya no funciona porque las condiciones que lo hicieron posible han desaparecido”, sostiene. Según explica, el diseño actual se basa en parámetros que formaban parte de una sociedad que ya no existe: empleo estable, sueldos crecientes y jubilación seguida de pocos años de vida.
Hoy, ese equilibrio se ha roto. La esperanza de vida es mucho más alta, el empleo es inestable y los salarios apenas permiten cubrir los gastos básicos. Estos factores, sumados a una baja natalidad y al envejecimiento de la población, dejan al descubierto una estructura que acumula más gastos que ingresos.
La proporción de trabajadores por cada jubilado, que en otros tiempos garantizaba el funcionamiento del sistema, se ha reducido de forma alarmante. Las previsiones apuntan a que en 2050 habrá poco más de un cotizante por cada pensión. Becerra señala que esta situación hace inviable cualquier sostenibilidad financiera, por mucho que se insista en reformas o ajustes parciales.

Más allá de los números, el economista destaca un fenómeno que añade presión al sistema: muchas pensiones se han convertido en el sustento principal de hogares enteros. En uno de cada tres hogares donde hay un pensionista, parte de ese ingreso se destina a ayudar a otros miembros de la familia. Esto convierte la pensión en un recurso colectivo y no solo individual.
Niño Becerra y el futuro de las pensiones
Ante esta realidad, Becerra critica con dureza el discurso oficial que insiste en que las pensiones están garantizadas. En su opinión, se está evitando deliberadamente el debate real: de dónde saldrá el dinero en las próximas décadas. Aumentar impuestos, reducir otras partidas sociales o recurrir a la deuda son, según él, caminos limitados o insostenibles a medio plazo.
El economista plantea que el modelo actual ha entrado en una fase terminal. No descarta que dentro de unos años, como ya sucede en otros países europeos, la edad de jubilación se retrase hasta los 70 años. También menciona que empiezan a surgir propuestas que podrían sustituir las pensiones tradicionales, como la renta básica, aunque matiza que no cumplen la misma función ni ofrecen las mismas garantías.
En el caso de los jóvenes, su análisis es aún más contundente. Advierte que no deben contar con una pensión pública como la que hoy reciben sus abuelos o padres. El sistema, afirma, está en pleno proceso de transformación, y cuanto antes se asuma esta verdad incómoda, más posibilidades habrá de construir alternativas realistas.
El mensaje de Niño Becerra, más que una predicción, suena a diagnóstico. Y obliga a una reflexión colectiva sobre el futuro de un derecho que parecía intocable.