A lo largo de su vida, el artista español Francisco de Goya, supo adaptarse a lo que el público pedía. Esto se puede observar, por ejemplo, viendo todos los temas que tocó con sus pinturas. Bien conocidos son sus retratos, sobre todo de la aristocracia de Madrid, o sus pinturas alegóricas. No obstante, quizás lo que mucha gente no sepa es que, en sus inicios, ejercía como grabador. El oficio de grabador consiste en reproducir pinturas ya existentes, pero que quizás ya no están en tan buen aspecto, para que perduren en el tiempo. Este oficio era común en esa época, pero el número de grabadores no era suficiente.
Goya empezó replicando pinturas de Velázquez que se encontraban en el Palacio Real, ya que existía cierta preocupación en aquella época de que aquellas obras se perdieran en el tiempo si no se replicaban o incluso de que fueran robadas. El pintor español pudo realizar esta serie de grabados, gracias en parte al acceso que tenía a la Colección Real.
Realizar estas copias le permitió a Goya aprender muchas cosas de Velázquez, al cual consideraba como un maestro y tenía gran admiración, que más tarde aplicaría en sus propias pinturas. Además, también pudo aprender la técnica del aguafuerte, que era una técnica química indirecta de grabado sobre metal, que también le sería de gran ayuda en el futuro.
Según algunos reportes de la época nos permiten conocer a día de hoy, que estas reproducciones se llevaron a cabo sobre todo a finales de la década de los 70 e inicio de los 80 del siglo XVIII. Uno de estos reportes es el de la Gaceta de Madrid del 28 de julio de 1778 que informaba sobre la réplica por parte de Francisco de Goya de nueve cuadros pintados por Velázquez.
En total, se cree que el artista español llevó a cabo alrededor de 22 réplicas, entre las que se encuentran, por ejemplo, El triunfo de Baco, las figuras ecuestres de los reyes Felipe III y Felipe IV o la del príncipe D. Baltasar Carlos a caballo.