La reina Máxima de Holanda vive junto al rey Guillermo y sus tres hijas en una de las residencias más emblemáticas de Europa. Se trata del palacio Huis ten Bosch, un edificio que forma parte de la historia de los Países Bajos. Situado en pleno bosque de La Haya, es el lugar donde se combina lo institucional con lo familiar.
El edificio, construido en el siglo XVII, fue residencia de varios monarcas a lo largo de la historia. Su interior refleja el paso del tiempo y las adaptaciones que cada generación ha introducido. Hoy, es también el símbolo de una monarquía moderna que no olvida sus raíces.

El nuevo hogar de la familia real neerlandesa
El traslado de la Familia Real al palacio de Huis ten Bosch marcó el inicio de una nueva etapa. Durante años vivieron en Villa Eikenhorst, pero en 2019 se instalaron en su residencia oficial. Con ello, Máxima y Guillermo reforzaron su papel institucional sin renunciar a la intimidad familiar.
El cambio supuso mucho más que una mudanza. El edificio, cargado de simbolismo, se transformó en un espacio adaptado a la vida cotidiana de una familia del siglo XXI. Entre actos oficiales y vida privada, la residencia refleja el equilibrio entre lo personal y lo institucional.
Las princesas Amalia, Alexia y Ariane también encontraron en este palacio un lugar para crecer. Entre salones históricos y rincones modernos, las hijas de Máxima y Guillermo disfrutan de un entorno que es a la vez hogar y símbolo de la monarquía neerlandesa.
Una reforma millonaria
Las obras de restauración comenzaron en 2014 y finalizaron en 2018, con un coste estimado de 63 millones de euros. El objetivo fue preservar el valor histórico del palacio y adaptarlo a las necesidades de la Familia Real actual. La cifra generó debate en el país, pero la Casa Real defendió la inversión como esencial.
La renovación incluyó tanto la restauración de salas con alto valor artístico como la redecoración de otras estancias. En algunas habitaciones se mantuvieron muebles originales, mientras que en otras se incorporaron piezas de diseño moderno. Así, se creó un ambiente único que mezcla tradición con innovación.
Hoy, el palacio muestra el resultado de esa transformación: un edificio que conserva su esencia histórica, pero que ofrece a sus ocupantes la comodidad necesaria. El coste millonario se refleja en cada detalle, desde la restauración de las fachadas hasta la decoración de interiores.

Espacios llenos de personalidad
Entre las estancias más sorprendentes se encuentra el vestíbulo, donde una lámpara LED diseñada por Studio Drift da la bienvenida a los invitados. Esta pieza sustituye a la clásica araña de cristal, mostrando el sello contemporáneo de los actuales reyes.
Otro de los espacios destacados es el Salón del ADN, obra del artista Jacob van der Beugel. Sus paredes, cubiertas por 60.000 piezas de cerámica amarilla, reproducen la secuencia genética de Máxima y Guillermo. El resultado es una fusión de arte y biografía que convierte la sala en una estancia única.
Además, tanto Guillermo como Máxima cuentan con despachos propios. El del rey mantiene un estilo sobrio, presidido por un retrato de Guillermo de Orange, mientras que el de Máxima mezcla color, modernidad y tradición. Junto a ellos, la biblioteca, decorada en tonos azules, completa un conjunto que refleja la personalidad de la Familia Real.

