La relación entre Carlos III y los hijos de Harry y Meghan vuelve a estar en el centro del foco mediático. A pesar de los intentos por mantener una distancia institucional, las decisiones del monarca respecto a sus nietos Archie y Lilibet han generado un nuevo capítulo de tensión.
La cuestión de fondo es clara: Carlos III no contemplaría ningún tipo de reconocimiento formal para los pequeños Archie y Lilibet. Esta postura, lejos de quedarse en un gesto simbólico, está empezando a traducirse en decisiones concretas que afectan su vínculo con la familia real.

Giro de 180° para Archie y Lilibet, hijos del príncipe Harry
Según apuntan varios medios, la entrega de pasaportes británicos para Archie y Lilibet estaría siendo demorada, supuestamente por voluntad del propio monarca. Los duques de Sussex consideran que esta decisión afecta directamente la identidad de sus hijos.
Archie nació en Reino Unido, pero su hermana Lilibet llegó al mundo en Estados Unidos y nunca ha pisado suelo británico. La falta de documentación dificulta cualquier acercamiento al país de origen de su padre y refuerza la idea de una separación total con la monarquía.
Para muchos, esta actitud por parte de Carlos III refleja una estrategia: limitar la proyección pública y simbólica de los descendientes de Harry y Meghan. Desde entonces, el palacio ha buscado marcar distancias y reducir el número de miembros activos que representan a la institución.
Especialmente en lo que respecta a quienes residen fuera del país y han renunciado a sus funciones. Una de las alternativas que se ha planteado en el entorno de los Sussex es que los niños adopten el apellido Spencer, en homenaje a su abuela paterna, la recordada Diana.

Carlos III y el príncipe Harry están en boca de todos
Esta decisión supondría una ruptura total con la estructura tradicional de títulos reales. Al mismo tiempo, sería una forma de preservar una parte de su legado familiar sin depender de las decisiones del rey.
El caso de Archie y Lilibet pone de manifiesto las nuevas reglas que Carlos III pretende imponer dentro de una institución en transformación. La negativa a reconocer a los niños como parte activa de la familia real marca un antes y un después.
Dejando claro que en esta nueva etapa no hay lugar para los vínculos simbólicos si no van acompañados de un compromiso institucional. El rey busca marcar una línea clara entre quienes representan activamente a la monarquía y quienes han decidido desvincularse.