Durante décadas, los británicos han seguido cada gesto, cada palabra y cada silencio del rey Carlos III. Sus amores, errores y contradicciones han sido analizados con lupa. Sin embargo, en los rincones más discretos de su historia personal, hay un nombre que rara vez se menciona.
Una mujer cambió el rumbo de su vida: Lady Sarah Spencer, hermana de Lady Di. Sarah no necesita adornos nobiliarios para destacar. Fue la mayor de las hermanas Spencer, creció entre los jardines de Althorp y los códigos de una aristocracia que sabía mirar sin ser vista.

Sale a la luz el secreto de Carlos III y Lady Di
Antes de que Diana se convirtiera en princesa del pueblo, Sarah ya había tenido un papel protagonista en el drama real. Corría 1977 y Carlos, todavía príncipe, conoció a Sarah en un evento social donde la conversación importaba casi tanto como la sangre azul.
Hubo química, pero no duró mucho. Pero lo que ocurrió entre ellos no fue un simple romance de verano: fue la chispa que, sin quererlo, encendió un incendio mediático global. Porque cuando Carlos dejó de ver a Sarah, no rompió con los Spencer del todo.

En una de esas reuniones familiares que parecen inofensivas, fue ella quien puso en el mismo salón a su hermana y al heredero del trono. Y ahí empezó todo: el compromiso, la boda, el cuento de hadas... y su trágico desenlace.
Pero la historia de Sarah no terminó cuando Carlos III se interesó por su hermana. No hubo escándalos, no hubo celos públicos. Hubo, eso sí, una entereza poco habitual y un discreto orgullo: el de haber sido la arquitecta de una historia que cambió la monarquía británica.

Lady Di estaba muy unida a su hermana
Después de la muerte de Lady Di, Sarah volvió a estar donde pocos la esperaban: acompañando el cuerpo de su hermana en París. Caminando tras el ataúd en Londres, y tomando las riendas de su legado.
Fue coejecutora de su testamento y lideró el fondo conmemorativo creado en su honor. Nunca buscó protagonismo, pero tampoco se apartó. A día de hoy, sigue siendo una figura cercana para los príncipes Guillermo y Harry, que crecieron viendo en su tía una figura serena, protectora.
A sus 70 años, Lady Sarah no aparece en los titulares. Pero sin ella, tal vez no habría habido boda, ni príncipes y esto Carlos lo sabe. De esta manera, en silencio, guarda la huella de una mujer que cambió su vida mucho antes de que el mundo estuviera mirando.