El emperador Naruhito y la emperatriz Masako forman una de las parejas más conocidas de la realeza japonesa, pero pocos sabían que su historia comenzó gracias a una princesa española. En 1986, la infanta Elena viajó a Tokio para asistir a la inauguración de una exposición dedicada a El Greco. Durante su visita, se celebró una ceremonia del té en su honor que acabaría uniendo para siempre a Naruhito y Masako.
El acto fue organizado como parte de la agenda cultural, pero también tenía otro objetivo más discreto: reunir a jóvenes solteras con el príncipe heredero. Masako, hija de un alto diplomático japonés, no estaba incluida inicialmente en la lista de invitadas. Sin embargo, fue añadida a última hora, y su presencia marcaría un antes y un después.

En ese evento, Naruhito y Masako se conocieron por primera vez y conectaron de inmediato. Aunque no fue un flechazo clásico, sí hubo un interés que con el tiempo se transformaría en amor. La infanta Elena, sin saberlo, había sido testigo del nacimiento de una historia que hoy forma parte de la historia imperial.
Elena regresó a España sin imaginar que su presencia había cambiado el rumbo de la familia real japonesa. Durante años, el origen de aquella relación se mantuvo en silencio. Ahora, más de tres décadas después, se confirma que su intervención fue decisiva.

La infanta Elena, pieza clave en un romance inesperado
Masako era una joven con un futuro brillante y muchas razones para rechazar una vida de protocolos. Se había licenciado en Harvard, estudió Derecho en Tokio y amplió estudios en Oxford. Su perfil era más cercano al de una diplomática que al de una princesa.
Cuando Naruhito le propuso matrimonio por primera vez, Masako lo rechazó. No fue una, sino dos veces en las que expresó sus dudas. La idea de formar parte de la familia imperial implicaba renunciar a su carrera y a su libertad personal.
A pesar de las negativas, Naruhito insistió con firmeza pero con respeto. En 1993, ella aceptó finalmente casarse con él, convencida por el compromiso que él mostró hacia ella. Durante la boda, Masako reveló que su promesa de protegerla fue lo que le hizo dar el paso.
La ceremonia fue solemne, con 800 invitados, pero sin líderes internacionales. Era un evento pensado para reforzar la tradición, no para mostrar poder al exterior. El enlace fue una mezcla de amor, deber y esperanza.
Una princesa brillante que pagó un alto precio
La vida de casada no fue fácil para Masako. Las exigencias del protocolo imperial y el aislamiento afectaron su salud mental. En 2006 se reveló que sufría un trastorno de adaptación vinculado a la ansiedad y la depresión.
Masako se retiró durante un tiempo de la vida pública, mientras su esposo la apoyaba en todo momento. Naruhito cumplió su palabra de protegerla, incluso enfrentando críticas dentro del propio entorno imperial. Esa actitud reforzó aún más el vínculo entre ambos.
La presión por tener descendencia también fue constante. En 2001, tras varios tratamientos, nació su hija Aiko. Aunque su nacimiento fue celebrado, no resolvió el debate sobre la sucesión al trono.
Las leyes japonesas impiden que una mujer herede el trono. Por ello, Aiko no está en la línea sucesoria, que sigue encabezada por el hermano de Naruhito. El país aún debate si es momento de permitir una emperatriz.

El papel de la infanta Elena en la historia del imperio
El rumor sobre la implicación de la infanta Elena en esta historia llevaba años circulando. Ahora sabemos que no solo era cierto, sino que su presencia fue esencial para que Naruhito y Masako se conocieran. Un acto diplomático se convirtió, sin quererlo, en un gesto decisivo para el futuro del imperio japonés.
La conexión entre las casas reales de España y Japón ha sido discreta pero significativa. Elena, sin proponérselo, dejó una huella imborrable en la historia de otra familia real. Su papel, aunque breve, cambió el rumbo de dos vidas.
Hoy, Naruhito y Masako representan una imagen de unidad, compromiso y superación. Han enfrentado juntos los desafíos del poder y la tradición. Y todo comenzó con una ceremonia del té y la visita de una princesa española.