La carrera popular por el décimo aniversario de Felipe VI ha estado marcada por una ausencia muy comentada. La reina Letizia decidió no acudir al evento, que cerraba los actos conmemorativos del reinado. La decisión ha sorprendido incluso a los expertos en Casa Real.
El rey Felipe no pudo asistir por estar en Murcia con agenda oficial. Se esperaba que Letizia acudiera sola, como representante de la institución. Pero la reina optó por no hacerlo, y eso ha generado muchas críticas.

Era un acto pensado para reforzar la imagen pública de la monarquía. La carrera tenía un carácter simbólico y pretendía conectar a la institución con la ciudadanía. Sin embargo, la ausencia total de la Familia Real ha dado lugar a una lectura negativa.
Muchos ven en este gesto una falta de implicación. Letizia no tenía compromisos ese día y podía haber hecho acto de presencia. Su elección de no acudir ha sido interpretada como una muestra de distancia.
La Familia Real sale perjudicada
Desde varios medios y analistas se ha expresado la decepción. Consideran que era el momento perfecto para dar apoyo a una iniciativa que busca continuidad. Su presencia habría dado relevancia institucional y visibilidad mediática al evento.
Los organizadores querían que la carrera fuera una tradición anual. En países como Dinamarca, actos similares tienen respaldo real y se cuidan al detalle. La implicación simbólica de la familia real ayuda a que ese tipo de iniciativas se consoliden.
No se pedía que la reina hiciera la carrera completa. Bastaba con que acudiera a dar la salida o a entregar algún premio. Hubiera sido un gesto sencillo pero con gran impacto público.
La carrera fue un éxito de participación y tuvo un ambiente festivo. Aun así, la ausencia de la Casa Real fue muy evidente para todos. Muchos esperaban al menos una visita breve, un saludo o una imagen institucional.

El silencio de Zarzuela tampoco ha ayudado. No se ha dado ninguna explicación sobre la decisión de no asistir. Eso ha aumentado la incomodidad y el debate en torno al compromiso real con este tipo de actos.
Varios cronistas habituales de la monarquía han mostrado su desconcierto. Aunque Felipe estaba ocupado, consideran que Letizia debía haber representado a la institución. Su papel en este tipo de citas es clave para mantener la cercanía con los ciudadanos.
La polémica decisión de la reina Letizia
En un momento donde la monarquía busca proyectar una imagen moderna, estos gestos cuentan mucho. La distancia o la frialdad pueden ser malinterpretadas. Los pequeños detalles también construyen el relato público de una institución.
Otros países manejan este equilibrio con más cuidado. En eventos similares, sus casas reales siempre hacen alguna aparición. Incluso un gesto breve puede marcar una diferencia enorme en la percepción ciudadana.

Muchos creen que se ha perdido una oportunidad valiosa. La reina Letizia ha mostrado en otras ocasiones gran implicación en actos de corte social. Pero esta vez su ausencia ha sido difícil de entender y de justificar.
El objetivo del evento era acercar la figura del rey a la ciudadanía. No estar presentes en él transmite una imagen contraria. Y eso, en plena conmemoración de los diez años de reinado, resulta contradictorio.
La Casa Real necesita fortalecer la confianza pública. Y eso se logra también con gestos simbólicos como este. El impacto de una decisión así va más allá de un simple acto.
La decepción ha sido mayor porque se trataba del cierre de los actos del aniversario. Un acto final que debía dejar una buena impresión ha terminado generando malestar. Y la responsable principal, esta vez, ha sido Letizia.