En Villanueva del Duque (Córdoba) hace años, contaban una leyenda sobre una gran casa, situada en el camino que te lleva a la Ermita de La Virgen de Guía o al cementerio. Concretamente, se encuentra en la unión de las Calles Generales Carvajal y Miguel A. Blanco Garrido. Aunque en su fachada se puede observar el nombre "Villa Numancia", esta era más conocida como "La Casa de los Tiros".
En épocas de la Guerra Civil esta casa estuvo llena de incidentes en su interior. En sus inicios, este edificio era usado como hospital, pero más tarde, al ser uno de los edificios más robustos y fuertes, empezó a ser usado también por los defensores de la Villa como parapeto y cuartel de zona, en la cual hubo varias batallas y murió mucha gente.
Después de unos años de abandono, cuando entró el personal del ayuntamiento ya en épocas de paz, se dieron cuenta de que la casa estaba llena de impactos de bala y sangre por todos los lados. Se dice que esa sangre provenía de unas 200 personas que murieron ahí. Debido a esto, la reformaron, la pintaron y la convirtieron en casa de baile. No obstante, pese a las obras de mejora, debajo de las escaleras apareció una mancha de sangre que no conseguían quitar. La intentaron pintar, le picaron encima, le echaron cal etc., pero la mancha seguía saliendo a la luz.
Durante los años siguientes, la casa pasó por varias propiedades, pero ninguna se decidió a quedarse, ya que siempre que alguien pasaba la noche ahí tenía pesadillas y experiencias paranormales. Esta casa se encontraba en un estado muy malo, con huellas de los disparos de la guerra civil y similares.
Finalmente, en el año 1993 la villa fue adquirida por una familia de Villanueva del Duque. La familia en cuestión era muy religiosa y decidió usar el edificio para celebrar reuniones religiosas. Pero en estas reuniones todos los asistentes sentían una extraña sensación que les producía malestar e inquietud. Así que, esta familia decidió hacer algo para tratar de acabar con la presencia maligna que sentían en la casa.
Entonces, decidieron hacer un exorcismo para librarse de esa presencia maligna, por lo que invitaron a un sacerdote para llevar a cabo el mismo. El sacerdote bendijo cada rincón de la casa como también la sangre manchada en las paredes. Al terminar el exorcismo se produjo un silencio extraño, como si algo hubiera cambiado en ese lugar.
Desde entonces se dice que ahora la Casa de los Tiros es un lugar tranquilo y seguro donde los visitantes no sienten ni inquietud ni malestar. Se dice incluso que puede visitarse sin problemas y pasear por ella sin miedo alguno.