En épocas de Felipe II se comenzó a fraguar la idea de unificar los servicios médicos de La Villa. Felipe III fue el primero en elegir la zona y comenzar con el proyecto de este singular edificio. Se le denominó Hospital San Carlos y podía albergar a 18.000 enfermos.
Más tarde, ya en el año 1975 pasó a ser un edificio protegido y en 1982 empezaron las obras para albergar El Museo de Arte Moderno Reina Sofía. Durante la remodelación aparecieron restos humanos, objetos y los cuerpos completos de tres monjas en una de las paredes.
A partir del año 1992, la entrada del Guernica de Picazo actualizó ciertos fenómenos de los que los madrileños ya hablaban mucho antes de su apertura. Sombras en los ventanales, espectros paseándose por los pasillos, ruidos provenientes del interior y un sinfín de fenómenos, que a los vecinos de Atocha nunca dejaron indiferentes. Aunque su fama de encantado venía de mucho tiempo atrás, algunos trabajadores dijeron que podía ser el espíritu del propio Picazo, pero más adelante verás, que solo eran conjeturas con poco fundamento y que los fenómenos y extraños podían provenir de sucesos de la antigüedad como el que expongo abajo.
Grupo Hepta investiga el edificio
El 21 de Abril de 1995 el director de Diario 16, Álvaro Gariño, sacó la noticia con el titular “Los Fantasmas del Reina Sofía”, haciéndose eco de los testimonios y de las investigaciones llevadas a cabo por el Grupo Hepta. Aun siendo una de las primeras informaciones que llegaron a nuestros oídos sobre este “edificio encantado”, su fama era ya conocida en La Villa.
Paloma Navarrete, farmacéutica, psicóloga, sensitiva y miembro del Grupo Hepta cuenta en su obra titulada “Experiencias en la Frontera (Mis contactos con el Más Allá)”, sus experiencias personales en este lugar. En uno de los capítulos, habla sobre el museo y cuenta algo sobrecogedor y que nos hace reflexionar sobre esas personas que tienen abierta una capacidad extrasensorial y hasta dónde pueden llegar sus percepciones.
Ataulfo, un fantasma famoso
Paloma cogió su bola de cristal y fue caminando por las distintas estancias del Museo. Llegó a una bóveda de ladrillos, donde parece ser que en épocas pasadas ataban a los enfermos más peligrosos con enormes argollas. Dichas argollas desaparecieron en la reforma. ¿Cómo pudo Paloma Navarrete verlas?
También observó como uno de los prisioneros mordía a otro en la cara y siempre pensó que pudiese tratarse de Ata, con quien ya había contactado anteriormente y el cual le había contado que había matado a cinco personas, que estaba loco y que no recordaba de que época era, tan solo sabía, que su rey se llamaba Carlos.
Paloma cuenta que en una de las sesiones ouija se presentó el “Doctor Livinio”. A pesar de no querer dar su apellido, este amable “fantasmita”, como diría la periodista y compañera de Paloma, Sol Blanco Soler, les contó hechos acontecidos de cuando ejercía como médico en el hospital en el año 1938. También les trasmitió a los presentes en la sesión, que diversos espíritus de épocas pasadas pasean por el interior y que están muy contentos con el nuevo rumbo que ha tomado el edificio y no desean marcharse. Es decir, que los trabajadores van a tener fantasmas para rato.
Según la propia Paloma, parece ser que el artículo nombrado anteriormente del Diario 16, del 21 de Abril de 1995, se basa en un informe que fue robado por uno de los funcionarios, fotocopiado y vendido al desaparecido periódico, por 70.000 pesetas de las de entonces, que no está nada mal.
Otra de las personas que se pronunció sobre lo que pasaba en ese lugar fue “Juan Rada”, director del mítico Diario el Caso y quien estuvo trabajando en su interior más de 19 años como jefe de prensa. Aseguró que los trabajadores tenían miedo de bajar a los sótanos y de hacer rondas en solitario, y que los ascensores se ponían en marcha aun estando la electricidad desconectada.
Desgraciadamente, incluso alguno de los trabajadores, se quitó la vida debido al estrés que le causaba trabajar en esas condiciones, y varias personas pidieron la baja psicológica por no aguantar más lo que allí estaban viviendo, teniendo que guardar silencio sobre los hechos, por miedo a ser despedidos. En palabras del propio Juan Rada “era una cárcel en vida”.
También me contó que la inauguración fue muy rápida, ya que el gobierno de la época, quería que este centro se abriera lo antes posible, y se taparon los restos del antiguo hospital de la forma más inmediata, quedando tras las nuevas paredes, ventanas escondidas y por supuesto lápidas. Entre ellas, las famosas tres tumbas “localizadas” por la propia Paloma, una de ellas correspondiente a Don Bernardino de Obregón.
Instituto Nacional de Prevención
Después del cierre del Hospital en la década de los sesenta, en algunas estancias del enorme edificio estuvo el I.N.P. (Instituto Nacional de Prevención) Este organismo fue creado para albergar las diferentes áreas de la salud pública. En el año 1978 desapareció, convirtiéndose en el actual “Instituto Nacional de la Salud”.
Los trabajadores vivieron en primera persona fenómenos de toda índole: máquinas de escribir que funcionaban solas, luces que se apagaban y se encendían, ascensores que se ponían en funcionamiento solos, archivos que volaban del sitio, utensilios que se caían al suelo y desaparecían, y un sinfín de fenómenos inexplicables y por otro lado frecuentes, en los lugares que sufren de un encantamiento. Los trabajadores se alegraron mucho cuando los trasladaron al edificio cercano del Paseo del Prado Nº 18.
Gracias al libro del investigador Francisco Contreras, “Fantasmas ¿Hay alguien al otro lado?” pude conocer la historia de una limpiadora llamada Raquel Arrogante Díaz, por el año 2000, denunció los hechos acontecidos ante el Ayuntamiento de Madrid, quien se eximió de responsabilidades, por lo que el caso fue llevado a la Audiencia Nacional.
Muchos son los testimonios de apariciones, movimientos de objetos y extrañas formas que se ven por las cámaras de seguridad, a pesar de haber una prohibición total para que los trabajadores hablen de ello. Tampoco se permite investigar a fin de encontrar soluciones o al menos una explicación. ¿Por qué tanto silencio?