Ahora que se acerca el último día del año, creo que es una gran ocasión para despedir el año recordando una de nuestras tradiciones más peculiares y que la misma se derivó a toda España y otras partes del mundo. Una tradición que se lleva realizando desde hace ya más de un siglo, el comer las doce uvas para comenzar el año al son del reloj de la Puerta del Sol.
Por lo que se sabe, esta tradición ya se conocía desde por lo menos el 1880 o ya había menciones por lo menos en algunos artículos y escritos. Posiblemente es una tradición más antigua, queriendo asemejar con las antiguas saturnalias en las que se adoraba a Baco o Dioniso y en la que el vino y las uvas, muy apreciada por romanos y griegos, eran parte de las bacanales y de las largas fiestas que organizaban.
Origen de la tradición
Viajando a años más contemporáneos, parece ser que esta tradición estaba bastante extendida en la nobleza y la alta burguesía, ya que pensaban que haciendo este ritual al empezar el año, les iría mucho mejor y el año sería muy abundante y lleno de riqueza. Unos las comían de pie, otros sin respirar, otros sentados y otros si mirar, eso sí coincidían en hacerlo al son de las campanas del comienzo del nuevo año.
Mientras tanto en el Madrid del último cuarto del siglo XIX una serie de normativas coartaba las libertades de los madrileños, prohibiendo todo tipo de fiesta en estas fechas tan señaladas en cualquier zona pública de Madrid, permitiéndose únicamente según normativa, este tipo de festejos en la Puerta del Sol.
Los madrileños de la época al sentirse limitados en sus libertades, no se lo tomaron muy bien y decidieron protestar imitando la tradición de los nobles, disfrazándose con collares pomposos, ropajes de fiesta, roscos de anís etc. Además, la uva era barata por lo que los madrileños comenzaron a comerlas como costumbre y poco a poco la tradición se fue extendiendo a más personas.
A finales del año 1909 un exceso de uva hizo que los precios se rebajaran y que los agricultores alicantinos decidieran regalar parte de sus cosechas a la gente del pueblo y de esta forma, la tradición se extendió no solo por Madrid y las altas alcurnias, sino que se extendió así por toda España y parte del mundo.
Tanta fue su fama, que en algunos países tomaron como ejemplo las uvas al son de las campanas y en otros el reunirse en una plaza pública esperando festivamente que en el reloj de la plaza de su ciudad, pueblo o barrio den las 12.