Como siempre Madrid nos sorprende con grandes leyendas. Leyendas que actualmente se repiten y son muy similares, pero en este caso nos remontamos al siglo XIX. La historia de esta leyenda o realidad, está ubicada a las espaldas de la Iglesia de San José, en la Calle de Alcalá 41.
En esa ubicación, se encuentra un campanario una finca y una calle, que la separa de la famosa casa de las siete chimeneas. Bajando llegas a la plaza de Cibeles, lugar encantado por excelencia, con edificios emblemáticos como el Palacio de Linares (Actual Casa de América), el Banco de España, Cibeles con su búnker debajo, la caja del banco de España sumergida bajo las aguas, el palacio de correos etc. Una zona marcada por las leyendas de fenómenos paranormales y misterios sin resolver.
No obstante, esta leyenda es muy similar a una leyenda urbana actual como ya se ha mencionado antes, por lo que la historia adquiere más interés, ya que la similitud es increíble.
Una noche con la extraña compañía
Nos remontamos a mediados del siglo XIX en épocas de carnaval, trajes con máscaras y disfraces. Doña cuaresma estaba haciendo de las suyas y los momentos en España eran de paz. La fiesta era notoria en toda la ciudad.
Nos remontamos al año 1853 aproximadamente, las fechas serían del 6 al 13 de febrero. En la noche del 12 de febrero la celebración y la algarabía se sentía en toda la ciudad, Madrid siempre ha sido lugar de fiestas nocturnas, si no que se lo cuenten a varios de nuestros mejores literatos, Lope de Vega, Quevedo y muchos otros, que aparte de ser juerguistas eran hábiles con la espada. Pero para no irnos a otros menesteres, vamos a continuar con esta bella historia.
En una de las muchas fiestas que había en carnavales, había una fiesta en la que se encontraban gente de la nobleza de Madrid, con embajadores de varios lugares, entre ellos se encontraba un joven extranjero, la procedencia no se sabe bien, pero parece ser que era inglés. Aunque este hombre estaba en la fiesta bebiendo, se le veía solo y aburrido, ya que conversar conversaba más bien poco por desconocer el idioma. A este joven le vamos a llamar John.
Cuando John estaba a punto de irse y eran sobre las 20:00, desde lejos observó a una bella mujer, con pelo negro liso largo, un vestido blanco y la piel clara, pero de una belleza abrumadora. Él, nada más verla, se quedó prendado.
Ella a la que la vamos a llamar Elena, parecía estar igual que el joven, sola y medio aburrida. Como por arte del destino el resbaladizo Cupido, hizo que la flecha cayera en ellos. Por señas comenzaron a charlar, luego al parecer Elena sabía hablar un poco de inglés, y se fueron comunicando mejor. Pasaron la noche de maravilla, bailando, charlando y hasta algunas pruebas de amor, y miradas de complicidad hubo entre ellos.
John y Elena continuaron charlando hasta que ella le dijo que se tenía que ir hacia la Iglesia de San José, que si hacía el favor de acompañarla. El joven extrañado la acompaño hasta la Iglesia situada en la Calle de Alcalá Nº 41 y entraron. Elena estaba rara, muy nerviosa, la mirada se la había quedado como helada, la tez la había lividecido, y la voz se la entrecortaba.
-John cariño tengo que irme, tengo que despedirme de ti aquí mi amor, tengo que marcharme ya.
-Elena, amor mío, ¿Puedo verte otro día?
-Corazón si me he metido aquí es por una causa muy grave cariño mío. Es difícil de entender, pero mañana se celebrará aquí mi funeral.
El joven, pensando que lo que pasaba era que no quería volverle a ver, se fue bastante decepcionado y triste pensando en que jamás la volvería a ver y se confundió, la volvió a ver. Elena desapareció entre los oscuros pasillos de la iglesia dándole un beso en la mejilla a John al que le entró como un escalofrío por todo el cuerpo.
La triste noticia se hizo realidad
A la mañana siguiente con ansias de ver a Elena, se fue corriendo a primera hora de la mañana a la Iglesia de San José, a hablar con el párroco, ya que él pensaba que seguro que era alguna sirvienta o alguna sobrina del mismo.
Cuando llegó, se encontró con que había un funeral de cuerpo presente y el féretro presidía la iglesia. Entró como pudo y se quitó el sombrero. Vio como mucha gente iba acercándose al ataúd e iban dejando flores, encendiendo velas y familiares y amigos lloraban desconsolados.
Una joven pasó por el lado de nuestro protagonista llorando desconsolada, le preguntó que a qué venía tanta pena y que quien se había muerto. Ella muy triste dijo "mi prima Elena, Elena de Mendoza". John en esos momentos se le puso un sudor frío, el pulso empezó a subir, el corazón palpitaba cada vez más fuerte y recordó “Nunca me volverás a ver, mañana es mi funeral”.
El joven aún pensando que sería alguna casualidad o alguna broma de mal gusto, se acercó hacia el féretro para comprobar que en él se encontraba esa bella mujer morena, con un largo liso pelo, esa tez clara y con una belleza divina, su amada Elena. John enmudeció, le dieron como unos vahídos, le temblaron las piernas y tuvo que ser ayudado para salir a la calle.
Al estar fuera tomando el aire, vio a la chica que salía tan melancólica, y esta le preguntó que porque había venido y que cuando había conocido a su prima. El joven respondió que la noche anterior. Ella, con cara de pánico, dijo "imposible, mi prima murió a las 20:00 h", el impresionado dijo "a esa hora fue cuando la vi yo por primera vez en la fiesta".