Los protagonistas de esta historia son una familia madrileña compuesta por San Isidro y Santa Maria de la Cabeza, a los que en vida les ocurrieron una serie de milagros, y a los que en muerte se les atribuyen también varios. El más conocido de los dos, es San Isidro Labrador, a quien le rezaban en el pasado para intentar librarse de lluvias o sequías. De hecho, la Iglesia Católica habla de unos 400 milagros referidos a este santo.
San Isidro nació en Madrid hacia el año 1082 y murió en 1172. Fue enterrado en la parroquia de San Andrés una de las mas antiguas de Madrid. En 1212 fue descubierto, por revelación divina, su cuerpo incorrupto. Desde ahí empezó ya a hablarse de su divinidad de una forma continuada. En vida demostró su amor hacia el prójimo y fue el causante de más de un milagro, pero en muerte como ya se ha mencionado antes, también se le atribuyen cientos.
Lo curioso del hallazgo del cadáver incorrupto, es que por esas épocas se le atribuye otro milagro, ser el pastor que guío a las tropas castellanas, aragonesas y navarras a un paso no vigilado por Despeñaperros, cuando se dirigía el grueso cruzado, a la famosa batalla de las Navas de Tolosa, a detener la media luna.
Por arte de magia a este pastor o agricultor, no se le volvió a ver más, la soldadesca y los nobles comenzaron a murmullar que la aparición de este hombre había sido un milagro y quien mejor para atribuírselo que al bueno de Isidro.
San Isidro se hizo muy famoso en toda España. De hecho, el 15 de Mayo se celebra su fiesta, no solo en Madrid sino en muchos lugares de España, por ejemplo en Alcaracejos (Córdoba). Las oraciones que los devotos han rezado e inventado son muy diversas. Hay una para que dejara de llover cuando el agua dañaba la siembra y había otra para que lloviese en épocas de sequía, por eso se le conoce como el patrón de los labradores.
Milagros de San Isidro
Según cuenta la leyenda, el hijo de San Isidro (también santo para los madrileños, aunque no exista en el santoral oficial), se precipitó al profundo pozo, veintisiete metros de caída antes de llegar a los escasos tres metros de agua, Isidro y Maria se pusieron a rezar afanadamente al señor.
Hicieron todo tipo de plegarias y rezos para que no le hubiese pasado nada al niño. Muy tristes, rendían su alma a Dios, destrozados por la pena y por la falta de medios, para poder bajar los treinta metros de vertical que tenía el pozo. Cuando pensaron que habían perdido a su hijo para siempre, escucharon un extraño ruido procedente del interior, como si fuera un zumbido de abejas.
Las aguas del pozo comenzaron a ascender, y de pronto el prodigio se produjo. Las aguas elevaron hasta la superficie al tierno Illán pudiendo salvarse de una muerta segura, ya que aunque se hubiese salvado de darse un golpe al caer, hubiera muerto ahogado.
Entre los muchos milagros que se le atribuyen a San Isidro, es el de hacer andar a un inválido o curar por interposición de manos. No obstante, los milagros más reconocidos, escritos y pintados, son lo que el santo hacía a través de los ángeles como arar las tierras, evitar tormentas, atraer las lluvias y todo tipo de rezos y oraciones que la gente dedicaba a este santo y a su familia de «Santos»; Santa María de la Cabeza, San Isidro y como no el bueno de San Illán.