Karlos Arguiñano ha sorprendido de nuevo con uno de esos consejos que parecen sencillos, pero marcan la diferencia en la cocina. El popular chef ha compartido su secreto para preparar unas gambas al ajillo que conquisten a todo el mundo. Como ha explicado, se trata de un detalle que define el resultado final del plato.
Las gambas al ajillo son una de las tapas más icónicas de la gastronomía española. Con pocos ingredientes y una elaboración rápida, se han convertido en un clásico tanto en bares como en casas. Sin embargo, como ha recordado Arguiñano, la clave está en no descuidar el punto de cocción.

El cocinero ha confesado que el secreto reside en un gesto concreto y es que retirarlas del fuego en cuanto cambian de color. “Quedan jugosas si se sacan en cuanto cambian de color", ha explicado en televisión. Según ha recalcado, ese instante en que pasan de un tono grisáceo a rosa marca la frontera entre unas gambas tiernas o gomosas.
Errores comunes que arruinan unas buenas gambas
Este truco, aunque pueda parecer obvio, es el que más se pasa por alto en la cocina casera. Muchos aficionados prolongan la cocción por miedo a que queden crudas, pero ese exceso solo consigue restar sabor y jugosidad. Arguiñano ha insitido en que el tiempo debe medirse en minutos, incluso en segundos.
La receta tradicional de gambas al ajillo apenas tiene complicación: cuatro dientes de ajo, media guindilla, aceite de oliva virgen extra y perejil fresco picado. Aun así, como ocurre en la cocina popular, la sencillez esconde la dificultad. El fuego, el tiempo y el punto exacto de los ingredientes son los verdaderos responsables del éxito.

El chef vasco ha advertido también sobre un error habitual, como quemar el ajo. Un diente demasiado tostado amarga todo el plato y arruina el conjunto. Por eso, ha recomendado sofreírlo lentamente, dejando que el aceite coja el sabor del ajo antes de añadir las gambas.
Un plato sencillo que sabe a celebración
Cuando las piezas entran en la sartén, el espectáculo es inmediato. En cuestión de dos o tres minutos, el marisco comienza a soltar su aroma característico y cambia de color, señal inequívoca de que ya está en su punto. Es ahí donde el cocinero recomienda no distraerse ni un segundo.
Para Arguiñano, este plato es una celebración compartida, porque evoca reuniones, sobremesas largas y momentos en buena compañía. “Si hay gambas en la mesa, es que hay algo que celebrar”, ha concluido el chef. Además, ha recordado que el aprovechamiento es parte de la buena cocina, pues con las cabezas y cáscaras se puede hacer un caldo intenso para sopas, cremas, guisos o arroces.
El resultado final es un plato con historia, sabor y sencillez. Una receta que, según Arguiñano, no necesita complicaciones, sino atención al detalle. Con el secreto del punto justo, las gambas al ajillo se convierten en una tapa perfecta que nunca falla.