El pasado 4 de julio no solo trajo fuegos artificiales en Estados Unidos, también dejó un mazazo que millones de personas no esperaban. La aprobación de la última ley presupuestaria ha tenido una consecuencia directa que ha dejado en shock a muchos.
La SSA ha confirmado que se acabó uno de los programas más queridos y duraderos: el SNAP-ED. Este programa, que llevaba más de 30 años en funcionamiento, tenía un objetivo claro y sencillo.
Malas noticias para muchos americanos: adiós al SNAP-ED
Ayudaba a millones de americanos a comer mejor, educar sobre hábitos saludables y dar consejos para aprovechar de forma correcta la ayuda alimentaria del país. Sin embargo, tras la aprobación de los nuevos presupuestos, se ha tomado la decisión de dar por finalizado este plan.

La noticia ha caído como un jarro de agua fría, el SNAP-ED no era solo una ayuda para planificar comidas o entender mejor cómo alimentarse. Para muchos representaba un apoyo diario y constante que les permitía mejorar su salud y la de sus familias. Ahora, con el adiós a este programa, se abre un vacío que deja a millones de ciudadanos en una situación complicada.
La explicación del Gobierno americano es tajante
El Gobierno de Estados Unidos ha explicado que la medida se debe a la necesidad de ajustar gastos y priorizar otras partidas tras la ley presupuestaria aprobada hace un mes. Según los responsables, el fin del SNAP-ED es una consecuencia directa de esos recortes.
Aun así, la reacción no ha tardado en llegar. Asociaciones, expertos en nutrición y miles de beneficiarios han mostrado su indignación, asegurando que esta decisión es un mazazo para quienes más lo necesitan.
Se buscarán nuevas formas de apoyar a los ciudadanos
El SNAP-ED llevaba funcionando desde hace más de tres décadas y se había convertido en un pilar dentro de la política social del país. Su final ha dejado clara la dureza con la que la SSA y el Gobierno están actuando en este momento, poniendo en evidencia que no hay vuelta atrás.

Las consecuencias de este adiós van mucho más allá de la simple desaparición de un programa educativo. Se habla de un aumento de problemas de salud relacionados con la mala alimentación y de mayor desigualdad en el acceso a una dieta equilibrada. También de un golpe emocional para quienes dependían de esta orientación en su día a día.
La reacción del Gobierno ha sido firme. Defienden que, aunque se cierre SNAP-ED, se buscarán nuevas formas de apoyar a los ciudadanos, pero sin especificar cómo ni cuándo. Mientras tanto, la sensación general es de euforia frustrada y de tristeza colectiva, porque tras más de 30 años se cierra un capítulo que marcó la vida de millones.