La idea de que el calor extremo del verano tiene un vínculo con las estrellas puede sonar extraña hoy en día, pero para los antiguos griegos resultaba evidente. De hecho, la creencia de que una misteriosa estrella anunciaba la llegada de las jornadas más sofocantes perdura en forma de expresiones populares. Aun sin conocer con detalle los fundamentos científicos, ya habían observado una conexión entre la bóveda celeste y el clima.
Cuando las temperaturas suben hasta volverse insoportables, solemos decir que es un “día de perros”. Aunque parezca que la frase se refiere a los animales, su historia es mucho más antigua y sorprendente. El origen está en el cielo y en una estrella que para griegos y romanos tenía un significado muy especial.

El astro más brillante y su vínculo con las creencias mediterráneas
Se trataba de Sirio, que sigue siendo la estrella más brillante que puede contemplarse desde la Tierra. Su salida al amanecer coincidía con los días más calurosos y para quienes habitaban la cuenca mediterránea esa coincidencia no era casual. La observación constante del cielo les llevó a pensar que el resplandor de este astro influía de forma directa en el calor sofocante.
Los griegos interpretaron que el sol no era el único responsable de las altas temperaturas, sino que Sirio añadía su fulgor al suyo. Esa idea cargada de simbolismo se convirtió en parte de su cultura y de su literatura. El brillo de la estrella se imaginaba tan poderoso que podía afectar a las cosechas y a la salud de las personas.

El calor de los dioses bajo la lupa de la ciencia
De esa tradición surgió la palabra canícula, que utilizamos para referirnos a los días más sofocantes del verano. Su raíz está en el término latino canis, que significa perro, y remite a la constelación del Can Mayor, donde se encuentra Sirio. Actualmente, el término se emplea para designar el periodo en que el calor alcanza su máxima intensidad, generalmente mediados de julio y agosto.
La ciencia actual ha demostrado que la explicación de los antiguos era más poética que real. Este intervalo del año es de los más calurosos porque la Tierra ha acumulado semanas de radiación solar. Además, la salida de Sirio no ocurre siempre en la misma fecha, ya que depende de la latitud en la que se observe.

Cómo la tradición astronómica mantiene viva la memoria cultural
En ciudades como Atenas se produce hacia mediados de agosto, mientras que en otras regiones del Mediterráneo aparece más tarde. Ese desfase demuestra que la relación entre Sirio y el calor no podía ser exacta, aunque la tradición se mantuvo viva durante siglos. Lo que sí ha perdurado es la fuerza de las palabras y la manera en que transmiten la memoria cultural.
Hoy nadie cree que Sirio sea la culpable de las olas de calor, aunque su nombre y su mito siguen presentes en nuestro lenguaje. Decir que hace un día de perros es revivir sin darnos cuenta una creencia que nació en la Antigüedad. Tal vez esa sea la verdadera magia de las estrellas, que además de iluminar nos han enseñado a ponerle palabras al verano más sofocante.