Antonia Clara de Vega y Nevaros, así se llamaba una de las hijas del “fénix de los ingenios” Don Félix Lope de Vega y Carpio. La vida de este magno de las letras españolas fue apasionante, pero este artículo no trata sobre la biografía de este grande, sino de un relato de su vida, que a pesar de su posición no pudo evitar y fue, según el propio Lope, un rapto.
¿Cuáles fueron los hechos?
Esta historia transcurrió en lo que actualmente llamamos “El Barrio de las Letras” de Madrid. En esa época, Antonia Clara, una de sus doce hijas, aunque también tenía 5 hijos, se juntaba con las damas más prestigiosas de la época. Por otra parte, los jóvenes que remoloneaban por esos ambientes eran nobles, príncipes y hasta hijos y condestables de reyes.
Por lo que se ve, algunos jóvenes merodeaban por la Calle Huertas en busca de una buena conversación con Antonia Clara, aunque el padre no podía soportarlo por lo que la castigaba muchas veces sin salir y cuando lo hacía estaba siempre vigilada por los amigos de Lope en La Villa.
La muchacha no aguantaba más y estaba enamorada de un joven acaudalado hijo de un consejero del rey Felipe IV. La tarde iba pasando y Antonia no podía salir, pero ya había pensado un plan que solo ella sabía. A media tarde, cuando ya estaba anocheciendo, la joven Antonia se escapó de casa. La última vez que la vieron fue en la Calle León, unos testigos describieron a las autoridades, como un hombre con un sombrero y capa la introducía dentro un coche de caballos.
Los bajos fondos fueron bien inspeccionados y los lugares donde se daba esta trata de blancas con el permiso de algunas autoridades bien pagadas para que hicieran la vista gorda fueron interrogadas tratándose de la hija de quien era, pero aun así no dieron con el paradero de Antonia Clara.
Sospechosos del rapto
Lope sabía bien quién podía ser la persona que se llevó a su hija, aunque nunca quedó claro ni se conoció el nombre. En una obra llamada la “Égloga de Antonia”, en diferentes versos y párrafos habla de un rapto, comentados por un tal Eliseo, que los analistas de su obra creen claramente que se trata los protagonistas representan al propio Lope y a su hija Antonia. Uno de los versos de esta Égloga de Antonia dice así:
«Así fue el rapto de mi prenda cara.
¡Qué propia dicha de clavel temprano!
Que en quién le cría, pocas veces para»
Se barajó la idea de que la hija hubiese sido secuestrada por sarracenos y mercaderes de oriente que eran muy dados a hacer desaparecer a chicas descarriadas europeas para llevárselas a sus harenes de África y Asia, aunque esta versión nunca fue comprobada.
Algunas personas creen que Emilio Cotarelo fue el raptor de Antonia Clara. Hijo del Conde Duque Don Enrique de Felipez de Guzmán, tenía el virus de la delincuencia en la sangre. Parece ser que se fue a México y estuvo a punto de ser ahorcado por diversas fechorías en esas tierras, es más, hasta se cambió de nombre a Julián Varcárcel. Otros creen que a la hija de Lope de Vega se la había llevado el propio Rey de España Felipe IV.
No obstante, a pesar de las sospechas de Lope de Vega de que su hija había sido secuestrada por el hijo de una persona muy importante de la Corte y de haber hablado con el Conde Duque de Olivares y con consejeros varios de Felipe IV, nunca nadie le dio ninguna pista.
Un triste final
A pesar de todo, esta historia no tuvo un final feliz para el literario. A Lope de Vega no le dio mucho más tiempo de investigar, ya que en 1635, un año después de la desaparición de la joven y la muerte de su hijo Lopito, fallecía en su casa totalmente solo.
El cuerpo fue paseado por varias calles de su querido barrio, entre ellas por la Calle que actualmente lleva el nombre de Lope de Vega. También fue paseado por la puerta del Convento de las Trinitarias para que su hija Marcela le viera, como demuestra un cuadro que realizaron de este hecho histórico para la Villa de Madrid.
No obstante, parece que Antonia Clara estaba más cerca de lo que pensaba su padre. Las pruebas en forma de cartas y escritos que se conservan en la Biblioteca Nacional y en su museo, demuestran que Antonia Clara seguía manteniéndose en contacto con su hermana Feliciana después de ser "raptada". Otra de las pruebas irrefutables es que cuando falleció Feliciana de Vega, parte de su herencia se la dejó a su hermana Antonia Clara en el testamento.
Por último, la prueba más importante de todas de que seguía viva y manteniendo libertad, es la buena dote que dejó a sus descendientes cuando murió, que a pesar de ser soltera, grandes riquezas dejó. Antonia Clara falleció, según su partida de defunción, en Madrid el 03 de octubre de 1661, dejando sus posesiones a sus sobrinos.
Como ves, Antonia Clara vivió durante muchos años, aunque el misterio de con quien vivió esos años sigue hoy vivo.