Isa Pantoja atraviesa un momento delicado. Justo cuando se preparaba para celebrar su cumpleaños rodeada de su familia y disfrutando de la estabilidad que tanto le ha costado construir, el pasado ha vuelto a golpear con fuerza. La entrevista de su hermano Kiko Rivera, emitida el pasado 7 de noviembre en ¡De Viernes!, ha removido viejas heridas que Isa creía cerradas, provocando una gran preocupación entre sus allegados.
Según fuentes cercanas, Isa todavía no ha podido ver la entrevista completa. Sus seres queridos han preferido trasladarle solo lo esencial, intentando protegerla del dolor que podrían causarle las declaraciones de Kiko. Aunque el DJ mostró un tono aparentemente conciliador hacia ella, la joven desconfía de sus palabras y teme que su hermano haya vuelto a exponer su historia familiar.
Isa se siente decepcionada y "hay preocupación". No entiende por qué su hermano ha elegido hablar de ella en televisión en lugar de levantar el teléfono y resolver sus diferencias en privado. A pesar de que Kiko pidió perdón públicamente por el episodio más traumático de su infancia, el gesto no ha sido suficiente.
El perdón televisado al que Kiko hizo referencia remite a un recuerdo que Isa preferiría enterrar para siempre. Ocurrió en Cantora, cuando ella era apenas una adolescente y su hermano, según su propio testimonio, la castigó rociándola con agua helada. La escena, relatada por Isa entre lágrimas hace dos años, marcó profundamente su relación con Kiko y con su madre, Isabel Pantoja.
La entrevista de Kiko Rivera
En su entrevista, el hijo de la tonadillera reconoció que aquel episodio fue un error imperdonable. Explicó que se encontraba en un momento descontrolado de su vida, “hasta arriba”, según sus propias palabras, y que su madre se desentendió de la situación. Sin embargo, el hecho de revivir públicamente aquella historia ha resultado devastador para Isa, que intentaba dejar atrás el dolor familiar para centrarse en su presente.
Hoy, su prioridad es otra. Vive volcada en su hijo y en su pareja, Asraf Beno, con quienes ha formado un hogar estable y tranquilo, lejos del ruido mediático que rodea al clan Pantoja. Este nuevo golpe emocional, justo antes de su cumpleaños, ha empañado lo que debía ser una fecha de celebración y calma.
Su entorno admite que hay preocupación. Isa ha trabajado mucho para fortalecer su salud emocional, y teme que los conflictos familiares vuelvan a arrastrarla al pasado. Aun así, sus amigos aseguran que está decidida a mantenerse al margen y a no responder públicamente, fiel a su decisión de preservar la paz que tanto le ha costado alcanzar.
Mientras Kiko Rivera continúa defendiendo su versión ante las cámaras, Isa Pantoja opta por el silencio y la serenidad. Ha aprendido que su bienestar no depende de reconciliaciones públicas ni de titulares, sino del equilibrio que ha encontrado en su nueva vida. Una vez más, demuestra que la madurez también consiste en saber cuándo no hablar.