Boticaria García, divulgadora científica y farmacéutica de 43 años, ha lanzado un aviso que va más allá de los consejos habituales sobre protección solar. Durante el verano, la mayoría de recomendaciones se centran en evitar quemaduras, usar crema de amplio espectro, hidratar bien la piel o no exponerse en las horas centrales del día. Sin embargo, su reflexión se centra en otro aspecto que suele quedar en segundo plano y que afecta directamente a la salud.
En su última colaboración con la revista Magas, la especialista ha recordado que no basta con hablar de sombreros, gafas de sol o fotoprotectores. En su opinión, también es necesario analizar cómo y cuándo recibimos los rayos solares, incluso en espacios cerrados. El debate que ha planteado ha despertado gran interés porque cuestiona una creencia sobre la exposición solar.

¿Es posible beneficiarse del sol desde detrás de un cristal?
La respuesta de la farmacéutica ha sido contundente, según ha explicado, los cristales convencionales, tanto de viviendas como de automóviles u oficinas, bloquean casi por completo los rayos ultravioleta B (UVB). Esto significa que, aunque la piel no se enrojezca, tampoco se activa la síntesis de vitamina D. De ahí surge su recomendación más importante: “Hay que garantizar una exposición al sol suficiente al aire libre para conseguir vitamina D”.
La aclaración resulta clave porque, al no penetrar los UVB, el cuerpo se queda sin la posibilidad de producir esa vitamina esencial. Ahora bien, eso no implica que el resto de radiaciones se detengan. Tanto los rayos UVA como la luz visible y la infrarroja atraviesan el cristal, influyendo en la piel de maneras distintas.

Para equilibrar los riesgos y beneficios, Boticaria García insiste en la importancia de un término medio. La exposición solar debe hacerse de forma controlada, siempre con fotoprotección adecuada y siguiendo las recomendaciones de los especialistas en dermatología. Solo así, asegura, se puede mantener un aporte saludable de vitamina D sin incrementar el daño cutáneo.
El impacto oculto de la luz azul: más allá de las pantallas
En paralelo, la experta también se ha referido al fenómeno de la llamada “luz azul”. Se trata de una franja del espectro visible con alta energía, presente tanto en el sol como en dispositivos electrónicos, luces LED o fluorescentes. Su presencia ha generado debate en los últimos años, especialmente en ópticas y consultas de dermatología, debido a las dudas sobre sus efectos reales.
Entre los posibles daños cutáneos, uno de ellos es el envejecimiento acelerado, porque la radiación favorece la formación de radicales libres que degradan el colágeno. También menciona la hiperpigmentación, la pérdida de hidratación y el consiguiente aumento de sensibilidad. Todos estos factores se relacionan, además, con un proceso de estrés oxidativo que compromete la capacidad del organismo para neutralizar el daño.

No obstante, cuando se trata de la vista, la evidencia científica aún es limitada. La Sociedad Española de Oftalmología recordó que no existen pruebas de que las gafas con filtro azul disminuyan la fatiga ocular o mejoren la visión. Por ello, los expertos insisten en centrarse en la protección solar cutánea y en una exposición equilibrada al sol.