La salud emocional de la princesa Charlene de Mónaco vuelve a ser objeto de preocupación. Aunque desde el Principado se niega cualquier problema, una experta en psicología ha puesto voz a lo que muchos sospechaban desde hace años. "Durante años ha estado extremadamente triste y deprimida", ha confesado Lara Ferreiro, psicóloga especializada en análisis de figuras públicas y realeza.
Sus palabras reavivan las dudas sobre la estabilidad de Charlene y alimentan la teoría de que, tras la imagen oficial, hay un profundo sufrimiento personal. Y es que desde hace más de una década, la figura de Charlene ha estado envuelta en misterio. ¿Es realmente feliz en su papel como esposa del príncipe Alberto? ¿Cuál ha sido el coste personal de sostener esa imagen pública?

Mónaco ya no puede negar la preocupante situación de la princesa Charlene
La imagen de Charlene de Mónaco en el día de su boda recorrió el mundo: una novia que, lejos de irradiar alegría, aparecía visiblemente afectada. Con gestos serios y lágrimas que no supo contener, la entonces nadadora sudafricana dejaba entrever un conflicto interior que aún hoy sigue generando titulares. La revelación de que su futuro marido tenía dos hijos ilegítimos fue el golpe que terminó de quebrar su estabilidad emocional.
Alberto de Mónaco, que durante años trató de mantener en secreto la existencia de Jazmín Grace y Alexandre Coste, terminó reconociéndolos como hijos legítimos. Para Charlene, descubrir esa verdad tan solo una semana antes de casarse supuso un duro revés. No era solo la traición lo que dolía, sino también lo que representaba: una amenaza directa al futuro de sus propios hijos, Gabriella y Jacques.
Jazmín Grace, nacida en 1992, y Alexandre Coste, nacido en 2003, son los hijos que el príncipe Alberto reconoció después de años de silencio. Aunque ambos fueron reconocidos legalmente, no tienen derecho a la sucesión al trono por haber nacido fuera del matrimonio. Sin embargo, su sola existencia ha sido suficiente para alterar el delicado equilibrio dentro de la Familia Real monegasca.

En este contexto, Lara Ferreiro, experta en psicología y realeza, ha aclarado su situación en unas palabras para Lecturas. Durante su intervención sostiene que esta situación ha causado en Charlene una lucha al sentir que su rol de madre del heredero está en peligro.
Según Ferreiro, "el único objetivo de Charlene es que sus hijos, Gabriella y Jacques, pues sobre todo él, ¿no? Pues qué reinen. Está obsesionada en verle reinar". Una obsesión que, según la experta, ha condicionado todas sus decisiones.
La rivalidad entre los hijos legítimos y los ilegítimos es un conflicto latente que, a juicio de Ferreiro, afecta profundamente a la princesa. "Que existan otros hijos, pues se puede sentir desplazada, en competencia simbólica", apunta la experta.
La relación de los príncipes Alberto y Charlene está marcada por gestos forzados
Ser princesa en Mónaco implica someterse a una exigencia constante de perfección. Para Charlene, que proviene de un entorno completamente distinto, adaptarse a este rígido protocolo ha sido una tarea titánica. Lejos del cuento de hadas, su vida en palacio parece haber estado marcada por el esfuerzo de encajar en un sistema que no la comprendía.
Además de los conflictos personales, ha sido blanco de duras críticas mediáticas. Se ha hablado de su gasto excesivo en tratamientos estéticos, de su ausencia prolongada por supuestos problemas de salud, y también de sus visitas inesperadas a clínicas suizas.
Todo esto ha contribuido a alimentar la narrativa de la "princesa triste". Así lo explica la Psicóloga: "Durante años ha estado extremadamente triste y deprimida". Esta afirmación no se basa únicamente en percepciones externas, sino en un profundo análisis de su conducta pública y lenguaje corporal.

Y es que Charlene de Mónaco carga con una vida en la que, según ella misma, se ha sentido como si fuera "un pez fuera de la pecera". Las fotografías junto al príncipe Alberto de Mónaco revelan, según Ferreiro, un lenguaje corporal tenso, sin complicidad, en el que "no se podían aguantar". Sus apariciones públicas, asegura la psicóloga, "eran de gestos forzados, serios", lo que evidencia una convivencia marcada por el sufrimiento emocional.
La prensa internacional ya apuntó en su momento que Charlene había intentado huir días antes de la boda, pero no se le permitió. A ello se suman rumores de adicciones, crisis nerviosas, y episodios de aislamiento prolongado. A día de hoy, aunque se muestra en actos institucionales junto a su marido, el brillo en su mirada sigue sin aparecer.
Las declaraciones de Lara Ferreiro abren un nuevo capítulo sobre la verdadera situación de la princesa Charlene de Mónaco. Tras años de gestos apagados y silencios incómodos, parece evidente que su historia dista mucho del ideal de cuento de hadas. ¿Podrá algún día liberarse del peso que supone ser princesa en un palacio donde la tristeza parece haber echado raíces?