La visita del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a Reino Unido fue uno de los acontecimientos más esperados del año. Su presencia en Buckingham generó expectación en la prensa británica y también en los medios internacionales. La Casa Real cuidó cada detalle de la recepción para que reflejara la grandeza y la solemnidad de la monarquía.
El banquete ofrecido a Donald y Melania Trump por Carlos III superó todas las previsiones. Nadie dudaba de que sería una velada elegante y solemne, pero el despliegue sorprendió incluso a los invitados. Lo más comentado fue el tiempo invertido y el significado del menú elegido.

Una visita cargada de protocolo y simbolismo
La llegada de Donald Trump a Reino Unido estuvo marcada por un fuerte despliegue de seguridad y protocolo oficial. Las calles de Londres se llenaron de curiosos y turistas que esperaban ver de cerca la visita histórica. La imagen del presidente y su esposa, Melania, junto al rey Carlos III recorrió con rapidez las portadas de la prensa mundial.
El encuentro representaba mucho más que un acto diplomático de cortesía. Era una oportunidad para reforzar lazos entre países un contexto de incertidumbre. La Corona británica quiso dejar constancia de su papel como garante de estabilidad.
El ambiente combinó solemnidad con gestos de cercanía hacia los invitados. Los discursos oficiales subrayaron la importancia de la relación bilateral. La velada avanzó entre expectación y comentarios sobre el estilo de Carlos III.

El banquete que Carlos III preparó durante seis meses
El gesto más comentado fue el banquete de gala en honor a Trump, una cita que atrajo titulares y despertó la curiosidad. La preparación del acto se prolongó durante "más de seis meses" y se cuidó con esmero, reflejando la gran importancia que la Casa Real británica dio al encuentro. La larga duración de los preparativos sorprendió a todos, pues pocas veces se había invertido tanto tiempo en un banquete de Estado.
El menú fue diseñado bajo la supervisión del chef real Mark Flanagan, responsable de dar forma a un banquete que debía impresionar a los invitados. La quiche de verduras y las berenjenas aderezadas marcaron el tono del banquete, una propuesta cargada de sabores frescos y clara apuesta vegetal. La propuesta mostró con claridad el compromiso del monarca con la sostenibilidad ambiental, un mensaje que quiso dejar presente entre los comensales.
La excepción fue un costillar de cordero con un adobo de inspiración asiática, elaborado con técnicas modernas y pensado como opción alternativa. El plato ofreció otra opción a quienes no siguen dieta vegetariana, gesto de inclusión hacia los invitados con gustos diversos y altas expectativas. El postre, un trifle de fresa y jengibre, cerró la velada con un toque dulce y fresco, aportando equilibrio perfecto.

El contraste con la coronación de Isabel II
La comparación del banquete de recepción a Trump con la coronación de Isabel II fue inevitable. En 1953, el plato principal fue el célebre "pollo de la coronación". Aquella receta se convirtió en símbolo de una época y marcó tradición en la Casa Real.
El pollo frío con salsa de curry y arroz especiado fue la gran novedad. Le Cordon Bleu se encargó de elaborar el menú oficial de aquel día. La aprobación del plato pasó incluso por el Ministerio de Obras Públicas.
Hoy, setenta años después, el contraste es evidente. Isabel II eligió un plato contundente y cargado de exotismo. Carlos III, sin embargo, ha optado por un banquete casi vegano que transmite un mensaje ambiental.

